El libro el poder de la destrucción creativa dedica su séptimo capítulo a tratar el tema de la trampa del ingreso medio y por ello, en este blog, nos centraremos en la trampa del ingreso medio Argentina. Los autores afirman que para combatir el desplome de Argentina que coincidió con la Gran Depresión, el país debería haber diversificado su producción, industrializarse más e invertir en innovación.
En 1890, el PIB per cápita de Argentina llegó a ser el 40% del de EE.UU, haciéndolo un país de ingreso medio. Sin reducir esa brecha, Argentina mantuvo esta posición hasta 1930. Pero comenzando esta década, la productividad empezó a caer con respecto a las de EE.UU. La interrupción del crecimiento ocurre también en países más avanzados.
La explicación que ofrece
la teoría schumpeteriana del crecimiento es que en los países como Argentina tuvieron instituciones o adoptaron políticas favoreciendo el crecimiento mediante la acumulación de capital y la convergencia económica, en particular, políticas de sustitución de importaciones, pero fracasaron a la hora de adaptar las instituciones para pasar a una economía de innovación. Estas políticas pueden producir crecimiento en el momento, pero es imposible sostenerlo sin instituciones capaces de asociar productividad y innovación. Los países avanzados, usando otras instituciones, se mantuvieron en la senda que los llevó a su actual posición dominante.
Las razones de esta falla de adaptación de las instituciones argentinas son difíciles de identificar y valorar. Pero una de ellas es sin duda la baja productividad de las empresas argentinas, de acuerdo a indicadores como el tamaño de los empleados. La proporción media de empleados por empresa en Argentina es inferior al promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE y de la región latinoamericana.
Una segunda razón es crítica. Es el estancamiento de la innovación y de los descubrimientos
tecnológicos argentinos, que estaban en el nivel del promedio de los países avanzados antesde la estancamiento. Aún cuando la innovación, en general, es de baja entre los países subdesarrollados, Argentina está entre los peor desempeñados.
Así, los países que no tienen suficientes fuerzas productivas para mantener el crecimiento, incluyendo la convergencia tecnológica, pasan por los mismos ciclos de crecimiento y estancamiento que los países avanzados. El problema de Argentina está en que sus instituciones no le ayudaron a cambiar de un modo estable de un crecimiento basado en la acumulación de capital a una economía basada en la innovación.
En la década de 1920, como consecuencia de la crisis de 1929, Argentina experimentó un mayor crecimiento del PIB per cápita que EE.UU., pero esto fue porque Argentina bajo las instituciones que heredó seguía el modelo proteccionista y favoreció la acumulación de capital. Tal como sucede en otros países, Argentina también sufrió el impacto de la crisis de 1929. El PIB per cápita cae entre 10 y 20 % entre 1929 y 1933. En ese momento, Argentina estimuló la inversión privada y creció a un ritmo presionado entre 2 y 4 % anual, mientras que en EE.UU. estancó. La escasez de inversión privada no fue un problema, porque el Estado hizo el trabajo con el financiamiento de la inversión pública.
Argentina debería haber iniciado el proceso de innovación que había comenzado en EE.UU. para superar la saturación del mercado, y haber aumentado la productividad por lo menos hasta el nivel del PIB per cápita de EE.UU. Pero, se perdió la oportunidad y la productividad económica se contrajo aún más que la de EE.UU.
A partir de 1937, Argentina experimentó los más bajos niveles de crecimiento del PIB per cápita de su historia. El mito de que el país tuvo un crecimiento constante durante la década de 1940 en EE.UU. es falso, ya que los niveles de crecimiento de la productividad de EE.UU. en 1940, 1960 y 1970 son similares a los de Argentina.
En la década de 1950, a pesar de una combinación de la inversión pública y la privada, se multiplicó la población, la economía creció a un ritmo de 2.5% anual, pero el Producto per cápita tuvo una tasa de crecimiento promedio anual de 2.25%. Es decir, la productividad económica en 1950 fue solo un 25% mayor que la de 1940.
Si consideramos los períodos 1952-1960 y 1962-1970, las tasas de crecimiento del PIB per cápita fueron 2.2 y 2.1 anualmente, respectivamente. Es decir, el crecimiento del PIB per cápita en Argentina en la posguerra se mantuvo al nivel promedio del siglo XX mientras que en los países más avanzados creció a un ritmo de 4,5% anual. De esta manera, mientras que para la Argentina el crecimiento del PIB per cápita en la posguerra fue del 57% para esos 10 años, para el promedio de los países avanzados fue del 133%. La tragedia de Argentina es que esta cantidad de crecimiento es muy baja, comparada con la tasa de crecimiento de otros países, bajo existen condiciones similares.
A finales de los años 60s, Argentina y otros países latinoamericanos se prepararon para un crecimiento económico rápido y acelerado, con una confianza ciega en la modernización industrial. Estos países creían que la industria se desarrollaría de manera autónoma, dinámica y progresista.
Argentina, por su desempeño económico durante la posguerra, era considerada el "milagro", e incluso con una tasa de crecimiento de solo 5 % anual, se consideraba entonces que el país había alcanzado un nivel de desarrollo similar a EE.UU. Para 1968, la Argentina experimentó un deterioro de la institucionalidad, el mercado perdió su integridad y la corrupción comenzó a contaminar todas las instituciones.
El PIB per cápita creció entre 1962 y 1968 a un ritmo de 4.7% anual, mientras que la mayoría de los países avanzados creció a un ritmo de una tasa de crecimiento de un 5 % anual, por lo que la productividad económica argentina, en 1968, tuvo un crecimiento del 50% desde 1962. Sin embargo, la Argentina tiene una productividad global mucho más baja que la de EE.UU. y explica su baja participación en el mercado internacional.
En 1968, la productividad de la Argentina era sólo un 60% de la de EE.UU., mientras que muchos países avanzados superaban con creces la tasa de crecimiento de la productividad de EE.UU. Argentina se aproximaba al crecimiento del PIB per cápita promedio del mundo industrializado, pero con un nivel de productividad muy inferior. De 1970 a 1980 la Argentina experimentó un crecimiento económico más lento que el producto per cápita promedio mundial. Esta tasa de crecimiento de 1.5% anual se refleja en una tasa de crecimiento promedio total del 4.25% anual, y una reducción de la productividad económica a 2.9% anual, comparados a la tasa de crecimiento del producto por cápita promedio de 5.2% anual. El comercio internacional en esta década era un factor central para Argentina. La participación de la manufactura era alta, y la economía creció a un ritmo de 5% anual. Sin embargo, mientras que la industria se desarrollaba en países más avanzados, la industria nacional registró sacrificios que la llevaron a considerar la industria nacional como un simple instrumento del desarrollo económico, que no era un fin en sí mismo.
En la década de 1980 Argentina experimentó una crisis económica severa, y una profundización de las contradicciones existentes en la economía. La capacidad de producción se contrajo, las industrias decayeron, la pobreza y la exclusión social aumentaron.
Argentina experimentó una tasa de crecimiento del producto per cápita del 2,5% anual. Comparada con los 4,5% anuales promedio de otros países industrializados en ese período, la productividad argentina tuvo una reducción de más del 50% comparada con la productividad de otros países avanzados.
Los instrumentos de intervención estatal se multiplicaron. El sistema bancario se nacionalizó y se elaboró una política de salarios para frenar el desempleo. El actores sociales, los trabajadores, los sindicatos, la comunidad científica y el resto del Estado deben dar respuesta al problema de la pobreza con programas evaluados científicamente. Se elaboraron programas para el desarrollo industrial, el fomento de empresa y la organización industrial en serie. Se elaboró la Ley de Economía Social.
En la década del 90 y del 2000 la Argentina experimentó una tendencia a la desindustrialización. La Constitución de 1994 garantizó el derecho de propiedad de los extranjeros y la libre repatriación de beneficios. Cambio la política económica de intervención estatal. El estado no tuvo más injerencia en la economía, el mercado se reguló solo. El sector bancario se privatizó. El crecimiento económico promedio en la década del 90 fue inferior al de las décadas precedentes. Durante este período se registró una caída en la productividad del trabajo (productividad económica) del 24% anual.
Comentarios
Publicar un comentario